LIBRO
CONOCER Y SER
CAPITULO I
EL CONOCIMIENTO EN GENERAL
El conocimiento humano es limitado, porque el hombre no es absoluto. Esto es una premisa cierta, pero no siempre aceptada (a). La contingencia del ser humano implica “DEBILIDAD” en el sentido de que no tenemos dominio de TODO LO QUE ES, ni tan siquiera de lo que tenemos “más a mano” como es nuestro destino. Los hombres necesitamos “seguridad emocional” en lo que hacemos y en lo que somos. Esto equivale a determinar que lo pensado y lo hecho sea válido; o mejor aún, verdadero y útil. La duda es el mayor motivo de inseguridad en el ser y ahuyenta la vida propia del “espíritu”; éste es luz, claridad, verdad y amor (b) y aquello que no esté dentro de estos parámetros, interrumpe el flujo suave y cálido de su vida intrínseca. La integración de “algo”, externo a si mismo, en su intimidad; requiere características similares a la esencia que lo forma. Nada “manchado”, con aquello que no es de su misma naturaleza, halla cabida en él y así mismo, también es ajeno a lo que mi “yo” determina como bueno. Pero el espíritu no es el intelecto, aunque este es el “escáner” de lo que las imágenes sensibles nos imbuyen en el cerebro. El espíritu tiene que tener otra dimensión de ser que aquello “material” circundante de lo que formamos parte, pues las “determinaciones” intelectuales que llamamos ideas, no existen en la parte material en la cual estamos y nos conforma físicamente. Nuestro espíritu forma entes intelectuales que sólo él “fabrica” y sólo en él tienen existencia; esta no existencia material de la idea es sólo posible si se dan dos condiciones fundamentales: que la imagen sensible sea modificada y esas modificaciones sean relacionadas con otras similares de manera independiente de la realidad circundante y que el “espíritu” sea de una dimensión no material. Pero si es independiente es diferente y si es diferente “algo” que debe ser no material, determina esta diferencia. Las modificaciones de las imágenes sensoriales no es algo consciente, pero la consciencia puede intervenir voluntariamente y “hacer” imágenes nuevas con las ya “determinadas” u otras adquiridas después. De todas maneras: las ideas son seres “mutantes” y con existencia propia en nuestra interioridad, únicas y exclusivas de cada uno, pero similares a las de los otros seres humanos por ser concebidas de manera parecida. Esto quiere decir que el “proceso” de formación en nuestro espíritu, es semejante y por lo tanto las “estructuras” espirituales son de la misma “clase” y “sustancia”. Ósea que la parte espiritual humana es esencialmente la misma (c).
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