ADVERTENCIA


Si se quieren ver todos los capítulos, basta con pulsar en el archivo año 2009, allí aparece "octubre" y en ese mes están casi todos los capítulos anteriores. Los otros primeros ocho se encuentran en el 2010.

TODAS LAS FOTOS DE ESTE BLOG SON PROPIEDAD DE JORGE EDUARDO LASTRA NEDWETZKI. NO SE INCLUYEN LAS REPRESENTACIONES DE FILÓSOFOS NI LA DE LA CRUZ AL COMIENZO, EN EL LADO IZQUIERDO DEL BLOG.

Normalmente cuando se introduce en el blog un capítulo nuevo, se pone y deja en primera línea durante unos días, luego se sitúa en el lugar que le corresponde de acuerdo a su numeración.


Para quienes buscan: El desarrollo del pueblo de Dios (Israel). Está en el blog Pateremon 4, entrada 17.


INTRODUCCIÓN



EL libro: "CONOCER Y SER" (002.00) fue comenzado a escribir el día 18 de Marzo de 2008. Es una especie de resumen de todas las experiencias filosóficas con las cuales he tenido contacto, tanto en los estudios formales como en las “meditaciones” que las enseñanzas de la vida y la naturaleza me permitieron “seguir”. Ha sido un largo camino, donde no han estado ausentes: las alegrías, el sufrimiento, la contemplación de realidades y hechos hostiles, así como la caridad y el amor de muchos seres que cruzaron por mis senderos y pisaron los caminos por donde iba. Se juntaron muchas cosas: pensamientos, palabras, rebeliones, cantos, lágrimas y algunos “amores” para poder distinguir los trazos de aquello que puede llamarse “filosofar” o formas de interpretar el conocer de mí mismo y de lo que me rodea. Pero, al fin, la síntesis se dio y he aquí, aquello que puedo recordar.


El libro: "SOBRE LA VERDAD" (003.00) empezó a ser escrito el día 22 de Agosto de 2014, en Salvaterra de miño, donde resido desde el 26 de noviembre de 2013.

Es una profundización sobre la verdad que se sustenta en en la Question 16 de la primera parte de la "Suma Teológica" de Sto Tomás de Aquino que tiene por título esa misma expresión: "Sobre la Verdad". La cual se divide en los siguientes artículos:

Questión 16 "Sobre la verdad"




miércoles, 28 de octubre de 2009

002.58 EL SER ESPÍRITU Y MATERIA.




CAPÍTULO 9

EL SER ESPÍRITU Y MATERIA


La “escalaridad” del proceso material tiene una razón de ser: es la formación de un ente que acerque y una las dos dimensiones de seres creados; a saber: los espirituales y los materiales. Los seres espirituales no tienen escalaridad, en sentido de la escalaridad material, tienen diferentes grados de potencia de acuerdo a su cercanía  con Dios. Fueron creados con todas las potencias integrantes de su magnitud de ser en un solo acto creador; su posibilidad de perfección está dada por el nivel de conocimiento de la realidad del Ser de seres a la cual pueden llegar y su dimensión de ser no cambia, por lo tanto, sino que se une cada vez más a Dios en la perfección de su sabiduría; y como Dios es infinito nunca podrán acceder a totalidad del conocimiento del Ser que ES, dado que ellos son limitados. Pero en lo material la unión con  lo espiritual y la realización “in tempore et spatio” de la escalaridad, constituyen un camino inédito en la creación. Nada es tan perfectamente pensado y realizado como la génesis de lo creado. Todo encaja de manera sucinta e increíble para lograr la realización de esta inmensa “opera” de vida y formas. Nuestra captación cognoscible de esa realidad es sólo de su superficie y los fines a los cuales conduce. Su génesis y la inmensidad de sus actos son procesos que siempre estaremos descubriendo.
La realidad de la creación material lleva a la unión de la materia y el espíritu, para así “redondear” la totalidad de lo creado. El espíritu es lo superior y lo material, mediante la escalaridad, aspira a la máxima perfección posible y ésta es la unión entre las dos tendencias de lo creado. Pero para realizar el proceso se necesitaba la paciencia, miles de millones de años, medida terrestre, de paciencia. Pero al fin cuando los tiempos fueron propicios, el espíritu se unió a la materia en un ser que conocemos porque somos eso: hombres.
Nada es más entrañablemente humano que las dimensiones de unidad, entre lo espiritual y lo material. Ahí la creación haya su culmen y su realización total, pues es en ese pequeño punto del universo, donde confluyen las tendencias de lo creado. Y aún más, es ahí donde lo divino, lo más alto, lo más sublime y eterno de lo espiritual, toma figura de hombre en Jesús, Dios y hombre verdadero. Él lo dice de si: “quien me ha vista a mí ha visto al Padre, pues el Padre y yo somos lo mismo” (Jn 14, 9). La unidad es total en la dimensión de Dios hecho hombre. Esto que parece una cuestión de fe, no lo es tanto, si se ve desde la dimensión de la totalidad y no  desde las partes. Por eso era necesario que la escalaridad de las formas, tuviera su desarrollo hasta llegar al hombre, ente espiritual y material a la vez. Pues allí se cumpliría el culmen de la creación. Y todo sería “redondeado” es decir, volvería al “origen”.
La creación es obra de una Inteligencia de una Voluntad y de un Deseo de expandir el amor, por eso el sentido último de lo creado tiene su realización plena en el amor. Es así como todas las referencias en Jesucristo al amor, llenan las páginas de los evangelios y el mandamiento más alto y sublime es: amar a Dios sobre todo y a los demás, los más próximos, como a uno mismo. Está siempre el amor llenando, enalteciendo y otorgando la dimensión más grande a la que lo creado y nosotros como criaturas, podemos aspirar.
Sin eso no hay explicación posible a la dimensión que el universo material tiene, a la realización de la vida y al espíritu del ser humano. Si no se interpreta bajo la estela del amor nada parece tener sentido y lo material serían sólo “cosas” sin más transcendencia que la duración de sus formas.
La vida es, la vida sigue, la vida impregna la materia de una dimensión de plenitud y el espíritu humano, completa la realización del elemento supremo como culmen de aquello que se puede dar en lo material.
Esa es la necesidad del ser humano, ahí reside el “por qué” del hombre; en la capacidad libre de amar está la respuesta a los “porqués” somos lo que somos, sentimos lo que sentimos y actuamos como actuamos. La única dificultad, en esta clara conceptualización del hombre, es el mal. Pero su explicación reside en el mismo don otorgado a los seres espirituales: la libertad. El amor requiere libertad; el amor no puede proceder del instinto; el amor es voluntad de aceptación libre y espontánea del ser amado, aún bajo circunstancias incomprensibles para el ser que quiere amar. Por eso la libertad requiere ser probada, sin la prueba no habría libertad total o consentida, no se sabría si se ama porque no se puede hacer otra cosa y eso sería el instinto o se ama porque se quiere, pese a todo, libremente amar.
La mirada del hombre sobre lo creado está plagada de antropomorfismo e intereses racionalizadores, donde se trata de ensalzar el papel del ser humano en la génesis de las cosas, mediante el conocimiento que tiene de ellas; pero esto es vanidad y soberbia, pues sólo sabemos y hacemos una ínfima parte de lo que es y ello con raciocinios generalizadores e incompletos; así mismo hacemos formas de las cosas utilizando los seres que ya son, tanto físicos como vivientes, en una continua “copia” reformada de lo que ya existe. Si bien las tecnologías han alcanzado y alcanzarán grados de perfección desconocidos por la naturaleza, no hay que olvidar que el ser humano es producto de ella y su pensamiento forma parte de lo creado. Aún más, las formas son lo que les permite su forma, elementos de lo creado, formas del continuo de lo material o de lo biológicamente alcanzado por la evolución natural. La posición de los últimos siglos, donde la razón se convirtió en diosa de la medida de la dimensión de todo, (recordando a Protágoras: “el hombre es la medida de todo” y retrocediendo en la forma de pensar mas de dos milenios), es sólo la no compresión de la medida real de lo humano en consonancia con lo que es, nos rodea y nos forma.
El ser espíritu y materia que somos todos y cada uno, conlleva la responsabilidad de la libre escogencia de las posiciones “voluntarias” de cada uno, de acuerdo a uso y abuso de su libertad. Esto implica una continua “lluvia de desechos” espirituales y físicos, constituidos desde la génesis primera del hombre, que forma la inmensa “placa negativa” de voliciones formadoras de lo que llamamos mal, en nuestro contexto humano. No sólo el mal está en nosotros, por genética, responsabilidad personal o imposiciones sociales que aceptamos por conveniencia, sino por el continuo azote de la voluntad esclavilizadora de seres espirituales que inducen a hacer el mal, por odio al bien, la verdad y el amor. Neguemos o afirmemos esta realidad, la unidad plena de lo creado está siempre actuando en conjunto, en la naturaleza y el hombre y no es SEPARABLE ni puede ser dejada de lado, cosa que nuestro pensamiento, por conveniencia y falta de profundizar en la verdad de todo, hace de múltiples maneras. Así, en cada “próximo”, realidad social o formas de pensamiento, se fragua la dimensión de voluntad hacia la verdad, el bien o el amor, en una escala diferente en cada uno, dependiendo, también, del tiempo de vida y de la “metanoia” (cambio) de cada instante de nuestro pasar  por el tiempo o, de la misma manera, la dimensión contraria, en iguales circunstancias, de acuerdo a nuestras decisiones en lo instantes continuos de nuestras existencias.
No hay caminos a los lados, no hay otra dimensión alterna ni otros “dioses” ni otros rumbos; la tendencia es a ampliar lo conocido, no a descubrir una realidad totalizadora desconocida. Sólo la riqueza de lo conocido nos muestra los inmensos senderos por conocer. La realidad del TODO ha sido percibida, pero su riqueza, extensión, profundidad y Verdad es y siempre será en su totalidad, desconocida. Somos pequeños seres abiertos a una dimensión infinita en todos los sentidos. Todo nos empuja a conocer, pero todo nos dice que nada es suficiente para desvelar la totalidad del misterio.
Recoger el fruto de la inmersión de millones de seres en la cromática del conocimiento y hacer con ellos realidades visibles en formas no conocidas por la naturaleza en si misma: es nuestra tarea, nuestro aporte a la creación continua e inacabada de lo humano; nuestro pequeño fuego a la inmensa llama del saber y nuestro camino hacia el infinito del Ser y de la Vida. Ello, si es sincero, honesto y verdadero nos abre las puertas del Amor y muestra el camino hacia los espacios más sublimes que esperan a la humanidad en su marcha hacia el Bien, lo verdadero y lo eterno.

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