El
conocimiento técnico se ha encargado de llevar vida y muerte a más
seres humanos que las epidémias y todos los accidentes juntos.
Recuérdese las guerras del siglo XX solamente, que han sido guerras
donde la tecnología ha levantado su mano contra su “creador”. Cito las
cifras de Wikipedia para la 1era guerra mundial:
“Se calcula que la guerra produjo aproximadamente ocho millones de muertos y seis millones
de inválidos. Francia fue el país más afectado, proporcionalmente: 1,4
millones de muertos y desaparecidos, equivalentes a un 10% de la
población activa masculina, acompañado por un déficit de nacimientos. El
estancamiento demográfico francés se prolongó, con un envejecimiento de la población que sólo logró crecer con la inmigración. El norte francés estaba en ruinas: casas, puentes, vías férreas, fábricas, etc.”.
Para la 2da guerra mundial dice:
“La contabilización de las víctimas de la 2da guerra mundial han sido objeto de numerosos estudios, que generalmente ofrecen estimaciones de entre 55 y 60 millones de personas fallecidas, elevándose hasta más de 70 millones según los cálculos más pesimistas.
Entre
las víctimas mortales se cuentan tanto combatientes y militares como
también, y principalmente, población civil, víctima de la propia
violencia de los enfrentamientos armados, en especial durante los
bombardeos sobre ciudades, pero también como resultado de las
particulares circunstancias del conflicto que llevaron a violaciones
masivas de los derechos humanos siendo el fenómeno del holocausto su
máximo exponente, junto con la deportación y reclusión en campos de
concentración, a lo que se añadió la desprotección de los millones de
refugiados y desplazados, sometidos a hambrunas y los rigores del
clima.”
Veamos la guerra de Corea:
“1.000.000
de coreanos murieron en el conflicto. La guerra dejó a la península
dividida permanentemente en un guarnecido estado comunista pro-soviético
en Corea del Norte y uno capitalista pro-estadounidense en Corea del
Sur. Las tropas de Estados Unidos aún permanecen en la frontera
actualmente, así como un gran número de coreanos. Esta es la frontera
más fuertemente defendida en la Tierra.
Las
tropas de Estados Unidos sufrieron más de 44.000 muertes, un poco menos
que en la guerra de Vietnam, pero en un periodo mucho más corto.
Alrededor de un millón de chinos murieron en la Guerra de Corea.”
Y la de Vietnam, para citar solamente las principales entre las 46 confrontaciones mayores del Siglo XX:
“La guerra habría causado la muerte, según el gobierno de Hanoi, de entre 2 y 5,7 millones de personas, la mayoría de las cuales civiles, y graves daños medioambientales.”
En
todas ellas la tecnología jugó un papel primordial; eso sin contar las
consecuencias de los destrozos y radiactividad de las bombas atómicas
que arrasaron Hiroshima y Nagasaqui y las hambrunas y enfermedades de
los miles y miles de seres humanos afectados de una u otra forma por la
destrucción masiva de sus hogares o su hábitat. La tecnología es neutra,
es ese “algo” en la mente del hombre que causa el mal uso de las
posibilidades tecnológicas; de aquí que la razón principal y vital del
ser humano no se encuentre en la posibilidades de creación de la técnica
sino en ese ”algo” impalpable y sutil que determina la dirección hacia
donde se van a dirigir las fuerzas que el conocimiento tecnológico nos
ha dado. Ahí está el problema.
No
es la tecnología la causante del problema es la voluntad de poder
consciente en algunos hombres, que dirigida por seres sin escrúpulos o
viviendo de fantasmas de ser irracionales e ilógicos, como son todos los
fines del mal; llevan a muchos otros seres a los “mataderos" de la
historia con diferentes excusas de bien y fantasías de mundos mejores,
alimentadas por un “ego” enfermo y deformado que se mantiene de
cualquier manera en el poder; y al desarrollar sus “ideas locas”, usa
las estructuras funcionales y administrativas de un estado, para
imponerlas por la fuerza, el dinero o los intereses personales a una
sociedad y a los seres humanos que habitan una nación.
El
conocimiento tecnológico es básicamente humano; es decir, no tiene
parangón en lo natural, se piensa en la mente y la razón humana y se
fabrica con las “manos” físicas, ya sean de hombres o de máquinas hechas
“ad hoc”. De aquí la diferencia con las obras de la naturaleza. Ningún
objeto técnico se reproduce por si mismo, se emplean “moldes” para
volverlo hacer y se cambia lo menos posible para que el rendimiento sea
mayor. Lo que interesa es que lo fabricado sea útil, barato y cónsono
con el fin al cual se destina.
La
“naturaleza” práctica de este conocimiento se muestra en el uso que de
los productos técnicos se hace; no se fabrica para pensar, sentir o
“vivir”; es simplemente ayuda par una vida humana mejor.
La
técnica es el gran desarrollo humano de los siglos XIX y XX y suponemos
que continuará en el XXI y los venideros; pero en cuanto a su capacidad
para lograr la realización del ser personal de cada uno y la felicidad
intrínseca que tanto deseamos, está muy lejos de lograrlo.
La
técnica nos rodea y absorbe; un día cualquiera en una ciudad moderna
es un inventario y uso de productos técnicos, desde que uno se levanta
hasta que se acuesta. En la mañana la lámpara-despertador nos avisa con
música y encendiendo la luz, el nuevo día comienza; el lecho, las
sabanas, las almohadas, la ropa que nos ponemos, el reloj, el cepillo
eléctrico, la maquina de afeitar, la ducha, el agua caliente, el jabón
etc.; son productos técnicos. En el desayuno, la maquina de hacer café,
la cocina eléctrica, la tostadora, la exprimidora de jugo, los vasos,
las tazas etc. son producto de la técnica. Al
salir para el trabajo, la puerta, la llave, el aparato de abrir el
carro, y la reja del estacionamiento; el mismo carro es un producto muy
elabora técnicamente, el asfalto de la carretera, el pago automático de
la autopista etc. Al llegar a la ciudad, se deja el carro en un
estacionamiento y para ir al centro se toma el metro, las escaleras
automáticas, el ticket, el mismo metro, los pasillos rodantes etc. pura
técnica. Al llegar al edificio donde está la oficina: el café de abajo,
sus máquinas y sus sillas, sus puertas automáticas, el microondas para
calentar etc. más técnica. Subiendo al piso del edificio y el edificio
mismo, los ascensores, el aire acondicionado, la puerta de la oficina
que se abre con una tarjeta etc. técnica. En la oficina: la computadora,
la copiadora-fax-impresora, el teléfono inalámbrico, el celular, la
archivadora automatizada, lo aparatos menudos como: lápices, bolígrafos,
grapadoras, papel blanco y de colores, clips, gomas de borrar y otro
largo etc. son emporios de la técnica a mas no poder; los aeropuertos,
las estaciones de radio y televisión, las laptop y paramos de enumerar,
pues se cansa uno de nombrar cosas técnicas. En fin la técnica
omnipresente que nos arropa y cobija haciendo de nuestra vida un
convivir con máquinas y productos elaborados de las diferentes formas.
¿Cómo veremos y saborearemos, la grandeza de la naturaleza que si
verdaderamente nos envuelve y arropa, si estamos rodeados como opción
más inmediata, por productos hechos por y para la escala humana? ¿Cómo
tendremos noción de la belleza de un amanecer, de la flor que se abre
cada mañana, del pájaro que canta su himno a la vida, si cada día el
apuro y las máquinas, nos dan el sustento y el traslado que necesitamos
para “vivir”? ¡Ah la técnica, como embruja y pervierte nuestra razón de
ser sin quererlo!
Sin
embargo la ayuda que la técnica representa para el hombre es
fundamental para su vida. El problema radica en la intencionalidad
subjetiva que le damos; hacemos de ella el centro del mundo, lo más
importante, cuando es solamente “servidora” del hombre; ha permitido
mejores cosechas, mejores medicinas, mejores trasportes, comunicación
etc. y tan acostumbrados estamos a vivir con ella que “moriríamos” si no
la tuviéramos. Es
por eso que hace falta la valoración real de su rol en nosotros, no se
puede ni vivir para ella, ni vivir sin ella; no podemos aferrarnos a
ella como lo primero y más importante, porque siempre la vamos a dejar
aquí. Debemos ir más allá de su “embrujo”, pues el ser que nos forma,
exige una dimensión mayor y mejor de la que ella nos puede proporcionar.
Si no lo hacemos así, la técnica se convierte de servidora en dueña de
nuestra vida y nosotros tenemos que vivir para ella so pena de que no
disfrutemos de sus beneficios; en este sentido el equilibrio de las
partes no sólo es fundamental, sino necesario. Como en todo, la
intencionalidad humana, es la gran rectora del uso y abuso de las cosas
que usamos; pero dada la facilidad con que el hombre se acostumbra al
menor esfuerzo y se crea hábitos de conducta perennes, es difícil
convivir con tantas “comodidades” y no terminar aferrandose a ellas.
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