Otros
testimonios, son muchos, se pueden leer en la vida de bastantes
personas, santas o no tanto, que tuvieron la dicha de vivir y sentir esa
realidad trascendente y más real que nuestra realidad inmediata. Veamos
algunas.
Volviendo a Teresa de Jesús:
Santa Teresa nos dejó el siguiente
relato sobre el fenómeno de la transverberación: "Vi a mi lado a un
ángel que se hallaba a mi izquierda, en forma humana. Confieso que no
estoy acostumbrada a ver tales cosas, excepto en muy raras ocasiones.
Aunque con frecuencia me acontece ver a los ángeles, se trata de
visiones intelectuales, como las que he referido más arriba. . . El
ángel era de corta estatura y muy hermoso; su rostro estaba encendido
como si fuese uno de los ángeles más altos que son todo fuego. Debía ser
uno de los que llamamos querubines. . . Llevaba en la mano una larga
espada de oro, cuya punta parecía un ascua encendida. Me parecía que por
momentos hundía la espada en mi corazón y me traspasaba las entrañas y,
cuando sacaba la espada, me parecía que las entrañas se me escapaban
con ella y me sentía arder en el más grande amor de Dios. El dolor era
tan intenso, que me hacía gemir, pero al mismo tiempo, la dulcedumbre de
aquella pena excesiva era tan extraordinaria, que no hubiese yo querido
verme libre de ella. (Vida de Santa Teresa Cap. XXIX)
Hasta exhalar el último suspiro Teresa
gozó la dicha de conversar con las personas divinas, que la consolaban o
revelaban ciertos secretos del cielo; la de ser transportada al
infierno o al purgatorio, y aun la de presentir lo venidero. (Vida)
Dice Bergson con respecto a la experiencia mística, comentado por Jean Guitton:
Bergson iba más lejos que James para
quien todos los místicos tenían parentesco. A sus ojos los grandes
místicos cristianos eran profundamente diferentes de los místicos no
cristianos, griegos o hindúes, paganos o budistas. Para éstos el éxtasis
era la parada. Por el contrario, los místicos cristianos daban la
vuelta al movimiento que les llevaba al éxtasis; reconvertían la
conversión devolviéndola del cielo a la tierra. No se debe permanecer en
el Tabor, sino descender hasta la ribera del lago y, caminar después
hasta Jerusalén y el Calvario. Se trata de transformar el éxtasis en
no-éxtasis. ¿Se puede proponer un nombre nuevo, énstasis?
Tal será la vida de los mansos, de los pobres, de los de puro corazón,
de los que sufren persecución. El místico así olvida al misticismo.
"Ahora la unión es total y en consecuencia definitiva. Es una
abundancia, una sobreabundancia de vida, un inmenso impulso, un empuje
irresistible que lanza al alma a las más vastas empresas". En la vida
del éxtasis el alma mística no ha dado aún a Dios su voluntad total; lo
que explica su agitación, sus inquietudes, sus esfuerzos y sus temores.
"Sobre todo el alma mística ve con simplicidad, y esta simplicidad que
extraña tanto en sus palabras como en su conducta la guía a través de
complicaciones que sólo ella precisamente no percibe".
Otra cita de Guitton, esta vez de una mujer americana de religión protestante:
He aquí cómo describe su experiencia
la señora J. Edwards: "Mi alma gustaba una paz indeciblemente dulce
descansando enteramente en Cristo. Me parecía ver que el amor divino
descendía del cielo como un haz de luz y se derramaba sin cesar sobre mi
corazón. Creo que experimenté en un solo minuto más felicidad que la
que había sentido hasta entonces en toda mi vida. Al volver en mí, me
parecía que ya no me pertenecía. Sentí que las opiniones de los hombres
sobre mí no eran nada y que mis intereses personales no contaban a mis
ojos más que los de una persona extraña. La resplandeciente gloria de
Dios parecía absorber todos los deseos de mi corazón. Todos los
sufrimientos y todos los terrores imaginables parecían desvanecerse ante
ella. La sensación de esta gozosa resignación duró todo el resto de la
noche, el día siguiente, toda la noche posterior, la mañana del lunes
hasta el mediodía, sin interrupción y sin debilitarse".
Podemos
incluso hablar de “visiones místicas” en contextos tan diferentes al
nuestro como la civilización japonesa y en un “guerrero” que practicaba
artes marciales; se trata del fundador del Aikido, (forma de lucha de
defensa personal japonesa) Morihei Ueshiba,
“Morihei se encontraba en una búsqueda
espiritual y tuvo tres visiones que lo transformaron. La primera
ocurrió en 1925, cuando tenía 42 años. Después de vencer a un espadachín
de alto rango al evitar todos sus avances y cortes (Morihei estaba
desarmado), salió a su jardín. "De pronto, la tierra tembló. Un vapor
dorado surgió del suelo y me envolvió. Me sentí transformado en una
imagen dorada y mi cuerpo parecía tan liviano como una pluma.
Repentinamente comprendí la naturaleza de la creación: el Camino del
Guerrero debe manifestar el Amor Divino, un espíritu que abraza y nutre a
todas las cosas. Lágrimas de gratitud y de gozo corrían por mis
mejillas. Vi a la tierra entera como mi hogar, y al sol, la luna y las
estrellas como íntimos amigos. Todo apego a las cosas materiales se
desvaneció".
La segunda visión tuvo lugar en
diciembre de 1940. "Alrededor de las dos de la mañana, mientras
practicaba una purificación ritual, olvidé de pronto todas las técnicas
de arte marcial que había aprendido. Todas las técnicas que mis maestros
me habían transmitido aparecieron completamente renovadas. Ahora, eran
vehículos para el cultivo de la vida, el conocimiento, la virtud y el
sentido común en vez de recursos para derribar e inmovilizar a la
gente".
La tercera visión sucedió en 1942,
durante la peor de las batallas de la segunda guerra mundial y en uno de
los períodos más oscuros de la historia humana. Morihei vio al gran
espíritu de la paz, un sendero que podría conducir a la eliminación de
toda lucha y a la reconciliación de la humanidad. "El camino del
guerrero ha sido mal interpretado como un medio de matar y destruir a
otros. Aquellos que buscan la competencia cometen un grave error.
Golpear, lastimar o destruir es el peor pecado que un ser humano puede
cometer. El verdadero camino del guerrero debe impedir la matanza, es el
Arte de la Paz,
el poder del Amor". A partir de ese momento, Morihei se retiró al campo
y dedicó cada minuto de su vida a refinar y difundir el Aikido, el Arte
de la Paz.” Lo anterior está narrado por su hijo.
Estas dos
últimas narraciones no tienen un contexto validante sino la referencia
de sus autores; pero se incluyen para hacer constar la difusión a todos
los niveles de la humanidad de los fenómenos místicos. También
podríamos copiar miles de referencias en el budismo, el sufismo, el
Islam etc. La enorme reseña de “visiones místicas” algunas verdaderas,
otras no tanto y muchas también mentirosas; hacen que el tema sea
complejo y escurridizo a la hora de tomar una decisión sobre su
veracidad; pero las más estudiadas y validadas suelan ser las de la Iglesia Católica en las “visiones” y estados místicos de sus numerosos Santos.
El Problema
de esta actitud mística es que pocos buscan y menos llegan a esa
dimensión de plenitud, mientras estamos inmersos en el pasar insulso y
transitorio que hemos hecho y llamamos: la vida. Pero como nadie
permanece aquí sino unos cuantos años, tenemos la opción de negar esa
realidad o de admitirla; en ambos casos esa realidad no la hacemos, ni
la quitamos, ni la pensamos: es pese a nosotros, con nosotros o sin
nosotros. Lo único que podemos hacer es aceptarla, vivirla y disfrutarla
o negarla, odiarla y sentir que es injusto lo que no comprendemos ni
queremos entender. De aquí se desprende esa actitud de soberbia, donde
el hombre quiere hacerse absoluto, controlar lo incontrolable y hacer
“mundos” sin sentido, excluyente, injustos y malvados para tener la
ilusión de que somos lo que no somos.
Así, pues, la
“actitud” mística no es exclusiva del cristianismo católico, también
hay testimonios de ello en el Budismo, el Sufismo, entre los cristianos
en general no católicos, y entre los hindúes. La potencia y
“penetración” en esa realidad por las personas que ha “incursionado” en
ella, estando en vida terrena; es tan disímil como las diferencias
personales que tenemos y las cuales no cambian al contacto con la
realidad del SER.
Lo que si
está claro es la continua y perenne dimensión de transcendencia de la
cual hablan y viven los “videntes”. El negar esta dimensión es sólo
posición ideológica o fanatismo de negación por deseos de no asomarse,
ni tan siquiera con el pensamiento, a las profundidades verdaderas y
válidas que la vida nos muestra.
Ahora bien,
no todas las manifestaciones místicas tienen la misma profundidad y
realidad; las hay como destellos de algo incomprensible y no físico;
otras son manifestaciones de luz, paz y amor; otra más de oscuridad,
miedo y espanto; y las más sublimes, de lo profundo y elevado de la
dimensión del Ser de Dios; todo ello, sobre, todo la última, es una
donación, es un dar de Dios al hombre para que “vea” y se convenza de lo
trasmitido por la revelación y por aquellos que mediante la “razón”
llegan a “tocar” lo inconmensurable.
Otras manifestaciones místicas, personales, pero a la vez comunes, son las apariciones de Jesús, la Virgen,
ángeles y santos de diferentes maneras y manifestaciones en casi todas
las partes del mundo; al menos en los últimos siglos donde la facilidad
de información permite constatar con mayor realce estos sucesos. Las
apariciones de la Rue de Bac en Paris, la de Lourdes, la de Fátima, la Zeintun,
etc. son manifestaciones místicas personales y comunitarias, donde no
se ve todo, pero si hay visiones que llegan a todos, ya sea por los
fenómenos ocurridos en las o los videntes, como por ciertas
manifestaciones físícas y curaciones adjuntas. En Lourdes están las
curaciones de forma inexplicable y continua; en Fátima, el fenómeno del
sol y las profecías, así como curaciones y sobre todo la influencia
vital que han tenido en todos los lugares donde se afirma y se cree en
el suceso. Y no sólo en los países católicos o cristianos: en el Cairo,
no hace mucho tiempo, una imagen de la Virgen se aparecía públicamente en lo alto de una Iglesia.
Veamos algunos de los testimonios:
Catalina Labouret, en la rue du Bac:
"Vino después la
fiesta de San Vicente, en la que nuestra buena madre Marta hizo, por la
víspera, una instrucción referente a la devoción de los santos, en
particular de la Santísima Virgen,
lo que me produjo un deseo tal de ver a esta Señora, que me acosté con
el pensamiento de que aquella misma noche vería a tan buena Madre.
¡Hacía tiempo que deseaba verla! Al fin me quedé dormida. Como se nos
había distribuido un pedazo de lienzo de un roquete de San Vicente, yo
había cortado el mío por la mitad y tragado una parte, quedándome así
dormida con la idea de que San Vicente me obtendría la gracia de ver a la Santísima Virgen.
"Por fin, a las once y media de la noche, oí que me llamaban por mi
nombre: Hermana, hermana, hermana. Despertándome, miré del lado que
había oído la voz, que era hacia el pasillo. Corro la cortina y veo un
niño vestido de blanco, de edad de cuatro a cinco años, que me dice:
Venid a la capilla; la Santísima Virgen
os espera. Inmediatamente me vino al pensamiento: ¡Pero se me va a oír!
El niño me respondió: Tranquilizaos, son las once y media; todo el
mundo está profundamente dormido: venid, yo os aguardo. "Me apresuré a
vestirme y me dirigí hacia el niño, que había permanecido de pie, sin
alejarse de la cabecera de mi lecho. Puesto siempre a mi izquierda, me
siguió, o más bien yo le seguí a él en todos sus pasos. Las luces de
todos los lugares por donde pasábamos estaban encendidas, lo que me
llenaba de admiración. Creció de punto el asombro cuando, al ir a entrar
en la capilla, se abrió la puerta apenas la hubo tocado el niño con la
punta del dedo; y fue todavía mucho mayor cuando vi todas las velas y
candeleros encendidos, lo que me traía a la memoria la misa de Navidad.
No veía, sin embargo, a la Santísima Virgen.
"El niño me condujo al presbiterio, al lado del sillón del señor
director. Aquí me puse de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el
tiempo. Como éste se me hiciera largo, miré no fuesen a pasar por la
tribuna las hermanas a quienes tocaba vela. "Al fin llegó la hora. El
niño me lo previene y me dice: He aquí a la Santísima Virgen;
hela aquí. Yo oí como un ruido, como el roce de un vestido de seda,
procedente del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José, que
venía a colocarse en las gradas del altar, al lado del Evangelio, en un
sillón parecido al de Santa Ana; sólo que el rostro de la Santísima Virgen no era como el de aquella Santa. "Dudaba yo si seria la Santísima Virgen, pero el ángel que estaba allí me dijo: He ahí a la Santísima Virgen.
Me sería imposible decir lo que sentí en aquel momento, lo que pasó
dentro de mí; parecíame que no la veía. Entonces el niño me habló, no
como niño, sino como hombre, con la mayor energía y con palabras las más
enérgicas también. Mirando entonces a la Santísima Virgen,
me puse de un salto junto a Ella, de rodillas sobre las gradas del
altar y las manos apoyadas sobre las rodillas de esta Señora... "El
momento que allí se pasó, fue el más dulce de mi vida; me seria
imposible explicar todo lo que sentí. Díjome la Santísima Virgen
cómo debía portarme con mi director y muchas otras cosas que no debo
decir, la manera de conducirme en mis penas, viniendo (y me señaló el
altar con la mano izquierda ) a postrarme ante él y derramar mi corazón;
que allí recibiría todos los consuelos de que tuviera necesidad...
Entonces yo le pregunté el completo significado de cuantas cosas había
visto, y Ella me lo explicó todo... "No sé el tiempo que allí permanecí;
todo lo que sé es que, cuando la Virgen
se retiró, yo no noté más que como algo que se desvanecía, y, en fin,
como una sombra que se dirigía al lado de la tribuna por el mismo camino
que había traído al venir. "Me levanté de las gradas del altar, y vi al
niño donde le había dejado. Díjome: ¡Ya se fue! Tornamos por el mismo
camino, siempre del todo iluminado y el niño continuamente a mi
izquierda. Creo que este niño era el ángel de mi guarda, que se había
hecho visible para hacerme ver a la Santísima Virgen,
pues yo le había pedido mucho que me obtuviese este favor. Estaba
vestido de blanco y llevaba en sí una luz maravillosa, o sea, que estaba
resplandeciente de luz. Su edad sería como de cuatro a cinco años.
"Vuelta a mi lecho, oí dar las dos de la mañana; ya no me dormí".
La
anterior visión, que sor Catalina narra con todo candor, ocurrió
en el mes de julio. Fue como una preparación a las grandes visiones del
mes de noviembre, que la Santa referiría a su confesor, el padre Aladel, por quién se insertaron los relatos:
"A las cinco de la tarde, estando las Hijas de la Caridad haciendo oraciones, la Virgen Santísima se mostró a una hermana en un retablo de forma oval. La Reina
de los cielos estaba de pie sobre el globo terráqueo, con vestido
blanco y manto azul. Tenía en sus benditas manos unos como diamantes, de
los cuales salían, en forma de hacecillos, rayos muy resplandecientes,
que caían sobre la tierra... También vio en la parte superior del
retablo escritas en caracteres de oro estas palabras: ¡Oh María sin
pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos! Las cuales
palabras formaban un semicírculo que, pasando sobre la cabeza de la Virgen,
terminaba a la altura de sus manos virginales. En esto volviose el
retablo, y en su reverso viese la letra M, sobre la cual había una cruz
descansando sobre una barra, y debajo los corazones de Jesús y de
María... Luego oyó estas palabras: Es preciso acuñar una medalla según
este modelo; cuantos la llevaren puesta, teniendo aplicadas
indulgencias, y devotamente rezaren esta súplica, alcanzarán especial
protección de la Madre de Dios. E inmediatamente desapareció la visión".
La vidente Bernardita Soubirous, en Lourdes dice:
"Sentí un fuerte viento, que me hizo
levantar la cabeza para mirar. Después de un momento volví a mirar y
noté un movimiento de la maleza que crecía junto a la Gruta, en la roca de Massabielle. Fue entonces que apareció en la Gruta
una Señora bellísima, tan hermosa que después de haberla visto uno
querría morirse para verla de nuevo. Estaba vestida enteramente de
blanco y una faja azul le ceñía la túnica; en la cabeza llevaba un velo,
también blanco, que le bajaba por la espalda; en sus manos tenía un
rosario y en cada pie una rosa dorada. Me saludó con una inclinación de
cabeza. Creyendo que soñaba, yo me froté los ojos; pero, levantando la
vista para mirar de nuevo a la hermosa Señora, vi que me sonreía y me
hacía señas para que me acercara. Yo no me atrevía a hacerlo; no porque
tuviera miedo, porque cuando uno tiene miedo huye, y yo me hubiera
quedado allí, mirándola toda la vida. Entonces me dieron ganas de rezar y
saqué el rosario. Me arrodillé y vi que la Señora
se santiguaba al mismo tiempo que yo. Mientras yo iba pasando las
cuentas de mi rosario, ella escuchaba las Avemarías sin decir nada, pero
haciendo pasar las cuentas entre sus dedos. Cuando yo decía el Gloria
al Padre, ella también lo decía, inclinando un poco la cabeza. Una vez
terminado el rosario, volvió a sonreírme y, retrocediendo hacia el
interior de la Gruta, desapareció".
En Fátima:
En Octubre 13
de 1917, Nuestra Señora se le apareció a los tres niños,
habían reunidos alrededor de 70.000 personas quienes fueron
testigos del fenómeno increíble del sol.
Nuestra Señora se manifestó con el título de "Nuestra Señora del Rosario".
El 17 de Octubre, O Día, un periódico de Lisboa, reportó lo siguiente:
A la una de la tarde, medio día por el
sol, la lluvia cesó. El cielo, con un color gris aperlado, iluminaba
el vasto paisaje árido con una luz extraña. El sol tenía un velo delgado
transparente, así que los ojos se podían fijar fácilmente en el. El
tono gris madre perla se tornó en una sábana de plata la cual se rompió
cuando las nubes se abrieron y el sol de plata, rodeado en la misma luz
de gris transparente, se vio girar y voltear en el círculo de las
nubes abiertas.
Un grito salió de cada boca y la gente cayo de rodillas en el suelo pantanoso.
La luz se volvió un hermoso azul como si hubiera venido a través
de vidrios ahumados de ventanas de catedral y se esparció sobre la
gente quienes estaban arrodillados con las manos abiertas.
El azul se desvaneció despaciosamente y entonces la luz parecía
pasar a través de un vidrio amarillo. Manchas amarillas cayeron sobre
los pañuelos blancos y sobre las faldas oscuras de las mujeres. También
se vieron en los árboles, en las rocas y en la sierra. La gente lloraba y
rezaba con las cabezas descubiertas en la presencia del milagro que
ellos habían esperado.
Otro periódico grande de Lisboa, O Século, mandó a su editor, Avelino de
Almeida, al sitio de las apariciones. Él vino preparado para ridiculizar las
apariciones, sin embargo esto es lo que él reportó:
Desde la carretera, donde los vehículos estaban parqueados estaban
congregadas cientos de personas que no se atrevían a atravesar el
pantanero, uno podía ver la inmensa multitud que miraba hacia el
sol, el cual aparecía estar libre de las nubes y en su cenit. Parecía
como una placa de plata desteñida y era posible mirarle sin ninguna
incomodidad. Podría haber sido un eclipse que estaba tomando lugar. Pero
en ese momento un gran grito se escuchó y uno podía escuchar los
espectadores mas cercanos gritando: "Milagro! milagro!" Ante los ojos
atónitos de la multitud, cuyo aspecto era bíblico como si estuvieran
descubiertos, ansiosamente buscando el cielo, el sol tembló, hizo unos
movimientos increíbles fuera de sus leyes cósmicas - el sol "bailó" -
de acuerdo a las expresiones típicas de la gente.
El Doctor Joseph Garrett, un profesor de ciencias en la Universidad de
Coimbra anotó esto:
Este no fue el centelleo normal de un
cuerpo celestial, porque el sol giró al rededor de si mismo en un
remolino loco, cuando repentinamente el clamor se escuchó de toda la
gente. El sol, remolineando, parecía perderse a si mismo del firmamento y
avanzar amenazantemente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con
su gran peso abrasador. La sensación durante estos momentos era
terrible.
Trece años después, tras un riguroso examen, la Iglesia Católica pronunció las Apariciones de Fátima como auténticas, en Octubre 13 de 1930, con esta declaración del Obispo de Leiria:
"Nosotros estimamos bien:
1) Declarar dignas de crédito las visiones de los pastorcitos de la Cova de Iria, en la parroquia de Fátima de esta Diócesis, los días 13 de los meses desde Mayo hasta Octubre de 1917:
2) darle permiso oficial al culto de Nuestra Señora de Fátima."
Cronología de eventos en Fátima:
La cronología de los hechos que han acaecido teniendo como base los sucesos de Fátima son los siguientes:
- 13 de mayo de 1917, primera aparición de la Virgen a los tres pastorcitos en Fátima.
- 13 de octubre de 1917, última aparición de la Virgen
a los tres pastorcitos y milagro del sol. Este milagro fue
presenciado por 70.000 personas, entre ellos periodistas y los
considerados "librepensadores" de la época que quedaron
estupefactos ante el hecho. El periodista Avelino de Almeida, del
diario liberal y anticlerical O seculo, repitió reiteradamente
en su relato: "yo lo he visto... yo lo he visto".
- 28 de abril de 1919, se inicia la construcción de la Capilla de las apariciones.
- 13 de octubre de 1921, se permite por primera vez celebrar la Santa Misa.
- 13 de octubre de 1930, el obispo de Leiria declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima.
- 13 de mayo de 1931,
primera consagración de Portugal al Inmaculado Corazón de María,
hecha por el Episcopado Portugués, siguiendo el mensaje de Fátima.
- 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII,
hablando en portugués por la radio, consagra el mundo al
Inmaculado Corazón de María, haciendo mención velada de Rusia,
según pedido por Nuestra Señora.
- 13 de mayo de 1946,
la estatua de Nuestra Señora de Fátima ubicada en la capilla es
coronada por el Cardenal Marsella, Legado Pontificio. La corona fue
ofrecida por las mujeres portuguesas en agradecimiento por haber
librado a Portugal de la Segunda Guerra Mundial.
- 13 de mayo de 1967, el Papa Pablo VI viaja a Fátima en el cincuentenario de la primera aparición para pedir la paz del mundo y la unidad de la Iglesia.
- 12 y 13 de mayo de 1982,
Juan Pablo II viaja a Fátima como peregrino para agradecer el
haber salido bien del atentado sufrido exactamente un año antes en la Plaza de San Pedro y consagra la Iglesia, los hombres y los pueblos, al Inmaculado Corazón de María, haciendo veladamente mención de Rusia.
- 25 de marzo de 1984,
el Papa Juan Pablo II consagra una vez más, el mundo al Inmaculado
Corazón de María, en unión con todos los obispos del mundo que
previamente habían sido notificados para que se uniesen con Su
Santidad en esta consagración, en la plaza de San Pedro, delante de
la Imagen de la Virgen. Más tarde Lucía asegura que esta consagración satisface la petición hecha por la Virgen.
Los días 12 y 13 de mayo de 1991, el
Papa Juan Pablo II vuelve a Fátima por segunda vez como peregrino, en el
décimo aniversario de su atentado. El 13 de mayo de 2000, Juan Pablo
II, en su tercera visita a Fátima y ante una multitud de peregrinos,
beatifica a Francisco y Jacinta y revela la tercera parte del secreto de
Fátima. El Papa insiste en la importancia de los mensajes y en la
santidad de los niños. Los presenta como ejemplo de oración, amor y
penitencia.
Muchas de las apariciones de nuestro siglo siguen el mismo destino:
la condena a la no difusión, a ser guardadas bajo siete llaves por los
medios de comunicación, a pesar del evidente mensaje celestial, que de
este modo se presenta ante todos nosotros.
Zeitun, El Cairo, Egipto
"La Virgen María
aparece frente a millones de testigos, se la fotografía, se transmite
por televisión su presencia, recibe aprobación del Patriarca (autoridad
máxima) de la Iglesia Ortodoxa Griega, ya que su aparición se produce sobre la cúpula de la Iglesia de la Virgen,
perteneciente al culto ortodoxo. ¿Puede usted creer que esto ocurra y
no sea un hecho conocido por los cristianos de todo el mundo como un
hito fundamental de nuestra vida religiosa?
Sin embargo, el mensaje se repite una y otra vez: (para) darnos testimonio vívido de la Presencia Celestial, para despertar nuestra adormecida Fe y nuestra conciencia de la existencia de Dios, cercana, cotidiana."
(Ver: http://es.catholic.net/temacontrovertido/609/1755/articulo.php?id=12565)
El
fenómeno Místico se extendió por más de un año. María se aparecía
varias noches a la semana, variando los horarios, en algunos casos
duraba minutos y en otras oportunidades muchas horas. La aparición fue
observada por millones de personas a través de la televisión.
El papa Juan Pablo II en respuesta a la petición de la Virgen de Fátima, consagró al mundo a la Virgen María, en Fátima, el 13 de Mayo de 1982, de la siguiente manera
« Y por eso, Oh Madre de los hombres y
de los pueblos, Tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú
que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre
la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge
nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a
tu corazón: abraza con amor de Madre y de Sierva del Señor a este mundo
humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por
la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.
De modo especial confiamos y
consagramos a aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad
particular de esta entrega y de esta consagración.
¡“Nos acogemos a tu protección, Santa Madre de Dios”!
El poder de esta consagración dura
por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera
todo el mal que el espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el
corazón del hombre y en su historia; y que, de hecho, ha sembrado en
nuestro tiempo.
Dos consideraciones, principalmente, se desprende de todo lo copiado anteriormente:
1) Las citas, más importantes, son de personas reconocidas como Santas por la
Iglesia Católica.
2) Apariciones diversas, reconocidas por la Iglesia Católica y una, por la Iglesia
Ortodoxa.
3) Estados místicos en todas partes del mundo y en diferentes épocas, estados de
vida y religiones.
En el primer caso, es bien sabida la seriedad de la Iglesia Católica,
en cuanto a determinar la santidad de uno de sus miembros ya
fallecidos; la secuencia de exámenes, testimonios, acciones de vida,
curaciones o otras manifestaciones extraordinarias, es exhaustiva,
meticulosa y fidedigna; incluso hay un abogado opositor que defiendo la
no santidad de la persona encausada y trata de demostrar y buscar la
fallas y errores en su vida y obras. Adjunto a esto, el proceso de
declarar a una persona “Santa”, pasa por varios estados como son los de
“venerable”,"siervo de Dios" “beato” y “santo” y estos estados no son fáciles de
superar. Todo se examina bajo la lupa de la fidelidad a los
mandamientos, tanto de la ley de Dios, como los de la iglesia y la
rectitud en las obras, costumbres e incluso palabras; todo es revisado
estudiado y medido. No es fácil “ser reconocido” como santo por la Iglesia Católica.
Así, si cualquiera de los testimonios copiados antes, tuviera asomo,
cariz o matiz de mentira: la persona no hubiera sido declarado santo por
la Iglesia. Creo, pues no lo conozco, que en la Iglesia Ortodoxa el procedimiento será similar. Considero que la prueba de santidad en la Iglesia Católica
es digna de ser tomada como prueba válida para determinar la verdad de
lo que dichas personas han testimoniado. Y en el caso de la Iglesia Ortodoxa, la cantidad y difusión mediática que tuvo, el caso presentado, no se presta a mayores dudas.
Esto es,
desde luego, una prueba de validez diferente a la científica, pero no
por ella menos real; me atrevería a decir que es, inclusive más fiable,
por la seriedad de quienes la hacen y por el contexto de revisión que se
permite a quien quiera repasarla o estudiar los pasos que se siguieron.
En el segundo
caso, la reiteración de un caso de aparición de cualquier ser
espiritual a un o varios videntes, tiene las vertientes de la
observación del fenómeno por una o muchas personas que dan testimonio,
así como por el análisis intenso que hace, al menos la Iglesia Católica,
de las circunstancias y testigos de los fenómenos de videncia; para
luego de una larga y exhaustiva investigación, declarar la aparición o
apariciones como dignas de fe, pero a titulo personal; es decir,
revelaciones personales que no obligan a ser creídas por las personas
como dogmas de fe, sino como manifestaciones individuales o revelaciones
personales.
En el tercer
caso, las secuelas de la actitud de contemplación e iluminación mística
en el budismo por ejemplo, son notoriamente beneficiosas para los
hombres. En las otras religiones, grupos o personas particulares, su
secuencia no es posible seguirla en este corto trabajo, pero ha habido
muchos ejemplos donde las secuelas no siempre son las mejores, lo cual
indica y confirma que los estados místicos son visiones de lo
trascendente y en lo trascendente está también el mal, representado por
seres que no aceptan la dimensión de Dios.
Como se puede
ver, los fenómenos místicos, no son ajenos a nuestra realidad cotidiana
y sólo una “cerrazón” mental, propiciada por un racionalismo primario y
exacerbado, tratando de demostrar que la única forma de conocer es la
razón humana, puede negar lo innegable. La dimensión en la que estamos,
somos y nos movemos es real pero no única; la ignorancia, aún en
personas con ciertos conocimientos, está dada por la pasión de querer
“construir” una realidad que no corresponde al ser de lo que es. Y lo
que levantan son dimensiones humanas y sociales, próximas a la
destrucción de toda forma de vida y convivencia del hombre.
El
racionalismo científico, no la ciencia, es una aberración dogmática de
verdad absoluta en lo “demostrado” por la ciencia; la ciencia en sí
misma y el científico verdadero, es humilde pues sabe cuanto no sabe. La
ciencia es objetivamente válida, pero ni por asomo total y menos
absoluta; extrapolarla es concederle un carácter de infinitud que no
posee y por lo tanto partir de una mentira al hacer afirmaciones basadas
en conocimientos científicos universalizados, donde es patente su
limitación en el conocimiento de un fenómeno dado.
El ser es más
inmenso de lo que podemos observar, medir o soñar y no creer en ello es
limitarse y limitar a los demás; y ya sabemos cuan alto es el precio a
pagar por la ignorancia.
La dimensión
de la vida y más de los seres en general, es una incógnita que no se
puede ni podrá descifrar en su infinitud; por eso la ciencia prescinde
de conocimientos filosóficos generales y se limita a conocer el “numen”,
el hecho concreto lo más profundamente que puede. Aun así, la técnica,
llega más cerca del fenómeno que la misma ciencia, pues la técnica
trabaja con la ventaja de realizar, mediante la materia y las fuerzas
que ella tiene, las formas materiales que conocemos; esta esfuerzo
acerca más a la realidad de lo material que las teorías científicas que
sustenta muchas de las formas existentes, creadas por el hombre.
En cuanto a
la dimensión mística, existe lejanía y cercanía en la historia de la
realidad humana; pero es innegable que siempre ha existido un vaivén de
búsqueda de la realidad más allá de lo meramente material. Y no se puede
negar a priori, porque una determinada sociedad, en un momento de su
historia, no conceda espacio real a su existencia y valor.
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