Capítulo 8
La escala de los seres vivos.
Hablar de seres vivos, es entrar en lo más intrincado de la
evolución material y, discurrir sobre su realización “escalar” en el tiempo y
el espacio, es aún más difícil. No es que tuviera que ocurrir así, nada
determina la aparición de la vida sino su propio “aparecer”; es decir, pudo ser
de otra manera, pero fue como fue y de esto se trata al discurrir sobre la
realidad más importante que pudo ser desarrollada por la materia.
El vivir es cualidad final de lo perfecto en la realidad de lo
material. Implica una dimensión de libertad, totalidad y “creatividad” que no
se encuentra en ningún otro modo de ser en lo material y cuando, como es el
caso del hombre, añade un elemento no material a su “estatus”, insurge en la
dimensión de lo infinito lo que, por definición, es finito: las formas
materiales del ser.
Nada hacia preveer la forma evolutiva que una masa amorfa de
energía tendría en el transcurrir de lo que llamamos tiempo. Nada condicionaba,
en apariencia, la formación de todo el entramado de átomos, moléculas, aminoácidos
etc. que dio origen al fenómeno vital. Nada podía suponer la aparición de la
vida en el aparente caos inicial. Nada sugería, en el inicio de lo material, su
posterior desarrollo. Pero fue. Luego: ¿Por qué?
La teoría de la que las leyes físicas y las condiciones materiales
“obligaron” a su realización es incongruente y huele a racionalismo barato. No
hay necesidad de que la materia formara la vida, de hecho hay infinitud de
toneladas de materia sin ningún signo de esa determinación vital. ¿Por qué?
¿Por qué la vida?
Si las hipótesis son casi infinitas la realidad es clara, fue y es
y seguirá siendo. El saber o no saber el “por qué” es sólo a nuestro nivel; la
vida no tiene en cuenta si conocemos o no la manera y el “por qué” surgió.
Lo vital es aparición de ordenamientos de la materia inmensamente
precisos y orientados a una tarea exclusiva de interacción con lo real
material; es la variación de lo meramente físico hacia una dinámica de
transformación en la materia, por elementos o seres formados en el seno de ella
misma. Estos seres poseen la capacidad de modificar el elemento del cual
proceden y transformarlo en otra determinación formal que la naturaleza
material “per se” no tiene.
La vida es la posibilidad consciente de acción modificante sobre la
realidad material que la rodea. Y a la vez orden de lo material en función de
lograr ese objetivo modificante de si misma. La pregunta es: ¿pudo lo material
por si mismo y desde si mismo, producir ese orden hasta llegar a la
inteligencia sin ella poseerlo de principio? ¿Qué o quien “insufló” el camino
para llenar las intricadas sendas conducentes a la realización de tamaña
empresa? ¿Puede esto hacerse sin una mente que lo piense, planifique y proceda
a su desarrollo en el tiempo y el espacio? ¿La vida surgió, así, por azar de
las circunstancias, de manera tal que nada ni nadie interviniera para formarla?
No me parece y no creo en esa posibilidad. Es demasiado casual y si de la nada,
nada procede; de la masa energética inicial, amorfa y sin determinaciones, no
es posible que surja, por si misma, toda la creación material de seres y vidas
que conocemos y más aún los y las desconocidas. La vida tuvo que ser pensada,
deseada y creada por ALGUIEN y ese ALGUIEN tiene una capacidad, inteligencia y
poder que no cabe ni en nuestra imaginación. No se trata de lo meramente
conocido por nosotros y que no hicimos ni sabemos como fue; sino de la inmensa
vastedad del Universo conocido y desconocido que FUE, ES y sigue SIENDO, sin
nosotros, con nosotros y quizá pese a nosotros. La vida nos depasa como todo lo
creado y el conocer, nuestro conocer, es sólo una gota de agua en el océano de
lo existente aunque sea solamente lo material.
“To be or not to be: that is the question.”(Hamlet 3/1. W. Shakespeare) Ser o no ser ése es el problema.
No se infiere más que el Ser, lo demás son circunstancias y lo que es “per se”
es sólo el UNO que son TRES. Pero el UNO quiso crear la variedad de lo
existente, tanto material como espiritual y de ese deseo surgió lo espiritual,
lo material, la vida y el alma humana no material. Cuando queremos inferir
cualquier otro modo, forma o manera desconocida de haber sido hechos los mundos,
fracasamos. Una sola es la dimensión creadora y una sola la manera como se dió,
nosotros no la conocemos sino en una ínfima parte pero lo real, lo que es por
Él, está ahí ante nuestros sentidos; nuestros aparatos; nuestra capacidad de
comprensión y nuestra aceptación o rechazo de esa realidad que nos depasa.
Somos porque el SER que ES; siempre fue y nosotros es “ahora” que venimos a
saberlo.
La forma y "el cómo" el proceso se dió es tan enorme, tan
perfecta, tan larga en tiempo y en espacio que nuestro discurrir no lograr
comprender sino una pequeña parte de él. Pero su génesis y sus “caminos” están
marcados en la realidad que nos rodea. Fue poco a poco, de lo pequeño a lo
grande y de la masa a la especialización. Recorrió las gamas de lo imperfecto,
lo mejor, el ensayo-error, las circunstancia de fuego, agua, aire, materia
sólida, materia liquida, presión, temperatura, ser y desaparecer de formas,
muerte-vida y al final el espíritu unido a un cuerpo material, aunque sigue su
“ruta” hacia no sabemos donde. Tal ha sido, generalizando, su “sendero”; los
instante, cada instante de cada partícula de energía nunca se sabrá lo que
hizo, pero lo hizo y el todo es el resultado de lo que ahora “vemos” y
“conocemos”. Arañamos con nuestro “conocer” la realidad, pero ella se esconde
en la inmensidad de su “sabiduría”. Juntamos nuestros resultados de interacción
con la realidad y fabricamos formas complejas, útiles, detalladas y
facilitadoras de la vida material; pero la riqueza de lo creado no nos es
confiada sino en una pequeña parte; lo desconocido nos llama, pero su
inmensidad nos asusta.
La realidad de la creación material es verdad de ser que
nos demuestra lo creado, pero nuestro deseo de ser el centro del conocimiento y
del mundo, hace que “nuestros mundos de pensamiento” no reconozcan sino lo que
pueden su pequeñez abarcar: la dimensión racional humana. La lógica humana, es
la manera como nos segurizamos con respecto a la realidad material que nos
rodea, pero esa realidad es demasiado inmensa para comprender todos sus
secretos, vamos en camino, no llegaremos a la totalidad, pero tendremos un vislumbre
de la acción creadora de Quien si tiene todas y cada una de las claves; todos y
cada uno de los pasos de la más insignificante partícula de materia y de lo más
recóndito y ni tan siquiera imaginado, de lo real. De alguna manera no
aceptamos nuestra ignorancia; de alguna manera nos rebelamos contra nuestra
condición enormemente contingente; de alguna manera no queremos admitir
nuestra ignorancia; de muchas formas negamos lo que no sabemos porque nuestro
orgullo no puede admitir su limitación, viéndolo como un impedimento, errada
suposición, de conocer más. El hecho es que no sabemos sino lo que sabemos y
ello es muy poco; la realidad es que no hemos hecho lo que es; lo verdadero es
que vivimos y morimos sin conocer la realidad total. Pero ante la imposibilidad
de aceptar nuestra limitación, en muchos hombres, creamos mundos “ad hoc”,
mundos humanos para que nuestra realidad sea posible de ser sometida a nuestra
voluntad; pero aún así, esa misma realidad hecha a nuestra medida, nos desborda
y escapa a nuestro orgullo de control y de dominio. Los mundos humanos son
pasiones inútiles de seres que quieren ser lo que no podemos ser por “principio
de ente”: ser dioses.
Lo seres vivos que “conocemos” surgieron de un largo
desarrollo evolutivo guiados, sin duda, por la “mano” de quien nos Creó y, su
génesis fue dándose, de lo menos vital a lo más vital, en una sucesión de
paradigmas que existieron y ahora existen, aunque no son los mismos, através del tiempo y el
espacio donde se “mueve” la materia.
La realidad de lo material y lo vital nos es impuesta por
su misma existencia; negar, nosotros los humanos, podemos negarlo todo, hasta
nuestra propia existencia; pero nuestra negación no hace “ser”, es modo de ser,
accidente de nuestra condición existente; lo real “in se” no lo hacemos ni lo
quitamos, no lo creamos ni lo podemos destruir, no lo determinamos y no podemos
quitarle su substancia: lo que hacemos son formas con la materia que nos rodea,
formas nada más, que el capricho del tiempo y las otras formas, determinan su
tiempo de existencia, su permanencia en el ser que le hemos dado.
Lo viviente son formas materiales complejas y existentes
en la limitación que su compuesto material determina, los vivientes son
pasajeros en ruta hacia desvanecerse y unirse a las demás formas de donde
surgieron. en un continuo cambio de formas, quizás, más elaboradas o no tanto,
pero siempre en continuo cambio, más lento o más rápido, pero nunca igual. De
aquí que Heráclito tenía razón en parte, pero la determinación de las formas no
es lo esencial de ellas, lo cual permanece inmutable, es su dimensión de ser
llamada: energía. La energía no nos es conocida, pero sabemos que la material
está compuesta de elementos cada vez más pequeños que tienen una existencia
limitada, pero, aún cambiando, es continua en su ser primigenio.
La vida y su escala nos ha llevado a todas estás
divagaciones o mejor aclaraciones, del modo de ser de lo material y las continuas formas que aparecen y desaparecen ante nosotros.
La escala evolutiva, hacia formas cada vez más complejas y
capaces de “albergar” la vida, es narrada por las formas fósiles y no tanto que
encuentran y datan los paleontólogos, antropólogos, biólogos y todos los
científicos dedicados a la tarea de describir las antiguas o no tanto, formas de
vida. La mejora de adaptación a las condiciones del planeta es constante y
asombrosa en su variedad, riqueza, ingenio y diseño. Su diversidad se
manifiesta en seres que viven en todos los hábitats posibles, en todas las
alturas y profundidades casi imposibles de albergar vida; en fin de todas
formas, colores, aptitudes y capacidades desconocidas y que agotan todos los adjetivos.
Hay vida en el aire, en el agua en la tierra, en las profundidades; hay virus y
bacterias en casi todo palmo de tierra que se pueda pisar o conocer. Y todo
ello surgió de una masa amorfa de energía que al enfriarse y realizar
“cendrillones” de actos desconocidos dieron como resultado la increíble cantidad
de seres vivos conocidos o todavía por conocer.
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