EL CONOCIMIENTO LÓGICO-CIENTÍFICO
Nada,
en lo humano, tienen tanta ascendencia como el poder; nada es más
deseado y más buscado que la intrascendencia del “hacer mi voluntad”.
El deseo de que las cosas respondan a lo que “quiero” es universal,
salvo en los “humildes de corazón”. Toda ambición humana busca realizar
sus deseos en la parte material de la vida y muchas
veces a “como de lugar”, o sea sin reparar en quien, como o de que
manera lograrlo. La lógica de este aserto no es racional es netamente
emocional; procede de oscuras regiones del ego y siempre está
relacionada con problemas de carencia afectivas profundas y no
resueltas; o frustraciones ocultas,
resentimientos por vejámenes sufridos y un largo etc. que lleva a la
pobre humanidad a querer compensarlo con el placer, el lujo, el “dolce
far niente“, o la actividad desbordante y olvidadora, en un juego de
“se hace lo que yo digo” continuo y muchas veces implacable. Al lado de
ello esta, también, el hombre que sabe equilibrar el poder y lo hace
por una especie de “vocatio” interior que le empuja a servir a los
demás sacrificándose a si mismo; pero esto último sucede la menor parte
de las veces.
El
poder esta de varias maneras supeditado a dos expresiones de la
actividad intrínseca humana: la fuerza bruta o el conocimiento. En la
fuerza bruta el “animal” más poderoso se impone al más débil y lo
somete a su voluntad; el sometido deja de ser el mismo y se transforma
en apéndice obediente de la voluntad del otro; esto, por supuesto, con
todas las variantes de los múltiples casos donde este ”juego” se da. En
el poder del conocimiento, las razones que imparte el más capacitado,
hacen que las personas normalmente equilibradas, acepten la
“imposición” de lo acordado como lo más conveniente y así el que pueda
expresar, sugerir y guiar de manera más clara y precisa a los demás,
tendrá un ascendiente sobre ellos que le otorga el mando, nunca el
poder.
El conocimiento
científico es un acólito del mando, nunca del poder, aunque este se
apodere de él y lo mal-use para sus fines perversos. La ciencia es
neutra, o al menos debe serlo para ser precisa y válida. El
conocimiento científico surge de la necesidad de conocer la “realidad”
lo más exactamente posible en su “expresión” de ser. Pero como estamos
“envueltos” en “realidades de ser” diferente a nosotros y, como aun
nuestra propia realidad nos es en gran parte desconocida; dependemos de
la “realidad” para vivir, existir y ser, así como del conocimiento y
“manejo” que tengamos de lo real. De aquí la importancia de la ciencia
como “descifradora” de ciertas claves de la naturaleza que son
constantes repetitivas del porque la “realidad”, la parte que conocemos
al menos, es como es. Al descifrar las claves del comportamiento
natural, podemos hacer, mediante la técnica, objetos y máquinas que
rigiéndose por dichas claves, léase leyes naturales, hacen de toda la
actividad humana una interventora en el mundo de las cosas y de lo
natural de una manera significativa; cambiando, modificando e
interfiriendo, en mayor o menor medida, en los ambientes naturales
donde opera.
Pero el conocimiento
científico no es disperso ni espontáneo; tiene su método y su manera de
acceder al resultado de su búsqueda. Tiene una forma de llegar al “ser”
de las cosas que implica una disciplina y unas prácticas del
ensayo-error que se sustentan en hipótesis racionales bien
fundamentadas; normalmente las hipótesis son derivadas de
planteamientos filosóficos que sitúan lo racionalmente correcto dentro
de lo que se puede probar por el método experimental. Los planeamientos
filosóficos adecuados se realizan normalmente por una actividad de la
razón humana que recibe el nombre de “Lógica”. La lógica es el uso
debido de las actividades de la razón, siguiendo los parámetros del
pensamiento, estudiadas hace siglos por Aristóteles y copiladas,
resaltadas y resumidas por generaciones de pensadores a lo largo y
ancho de la actividad discursiva humana, sobre todo en el “mundo”
llamado “occidental”.
La lógica es universal en los seres humanos, es decir, procede de la misma forma, dentro de la actividad discursiva de la mente. Trabaja con los conceptos, determinaciones idearías, y tiene capacidad de hacer surgir nuevas ideas en la mente de quien la utiliza.
Distingamos un poco el proceso:
1) Los
sentidos perciben imágenes, visuales, auditivas, táctiles, gustativos y
olfativas, para citar las percibidas por nuestros sentidos externos.
2) Las imágenes sufren un proceso de asimilación, comparación y transfiguración de acuerdo a la mente de quien las percibe.
3) Las
imágenes semejantes son comparadas y la inteligencia extrae los
elementos comunes en las imágenes diferentes; y se forma una idea.
4) Se clasifican las ideas de acuerdo a un grado de importancia, determinado por su orden de universalidad.
5) Se
estructura un todo ideario que impone orden en las ideas de acuerdo a
su importancia y su semejanza unas con otras. Este orden es muchas
veces de índole personal, pero aceptado por una gran mayoría.
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