El conocimiento intuitivo extrasensorial, es perceptible nunca pensado, si bien cuando se siente se pueden hacer “pensamientos” sobre él; pero, estos pensamientos, nunca son la realidad que se percibe sino aproximaciones a esa realidad. Intuir es entrar en contacto con una realidad de ser que siendo nuestro ser, es desconocida por la mayoría de los humanos; es tener conciencia de lo que en profundidad somos y no solamente de la parte material que nos informa.
La intuición existencial-extrasensorial es la contemplación más profunda que como hombres podemos tener en relación al ser, salvo la contemplativa de Dios. Es o son los instantes donde la realidad de la verdad se nos muestra de una manera patente y directa sin la “mascara” de los conceptos. Pero es conseguida tan pocas veces y por tan pocos que parece no tener o ser realidad sino en los que la perciben; no obstante forma el conocimiento de la realidad más perfecta y universal que cualquier humano puede tener en el nivel de conocimiento natural y a la vez es la dimensión que nos hace lo que somos.
El ser, nuestro ser intimo, es una realidad inconmensurable; no es por nosotros, nosotros somos por ella; no es porque la pensamos, pensamos porque ella es. La realidad de la existencia, viene dada por la necesidad de permitir el ser; y nuestro ser esta conformado por la vida que no procede de nada intrínseco a nuestro pensar; es con nosotros pero no la hacemos, no le damos ser, lo tenemos y aprovechamos gratuitamente.
La intuición extrasensorial, nos permite “ver” la realidad por la cual somos, pero su dimensión es tan inmensa que no podemos sino tener un atisbo de ella.
Nada, salvo el Ser Supremo, es tan intrínsico a mi mismo como yo mismo, esto que parece redundante trata de explicar la “vivencia de ser” cuando “percibo” mi ser.
El componente básico de mi “realidad intrínseca” es el “yo”, la identidad que hace sentirme “mi”; está es tan real que no puedo, como la sustancia de las cosas, tener una idea clara de ella; me depasa siendo “yo mismo”. Una cosa es poner en palabras el “yo” y otra muy distinta tener la intuición, por milésimas de segundo, de la realidad de aquello que me permite ser “yo” y no el otro: ¡No puedo no ser “yo” siendo ser! Pero la “captación” de esta realidad sucede en un instante frágil y pasajero que desaparece casi al instante de “tocarlo” con mi mente intuitiva. No hay que confundir el “yo” natural y único con el ego, éste procede de definiciones personales del individuo al contacto con la realidad que va formando su dimensión de hombre; el ego está formado por imágenes sensible o formadas por la parte imaginativa del hombre y se da también en los animales “mentaloides” superiores. El “yo” es “espíritu” del alma, dimensión en el ser que depasa al ser, pues lo hace determinado en una única dimensión de existencia. Tiene identidad propia y diferenciada, aunque ES ser semejante al del Ser Supremo; en nosotros es determinación única y propia que permite a mí ser “ser mí”, pero creado en el tiempo y el espacio. Quienes hayan tenido la intuición de esta realidad, pueden tener por seguro que han llegado a lo más profundo que, por nosotros mismos, podemos alcanzar en la contemplación de la realidad de nuestro ser personal.
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