La noción de ser pasa por comprender el sentido del
concepto: “nada”, ésta es la entidad mental del no ser que siendo nosotros “algo”,
no se puede entender sin esfuerzo mental apropiado y, aún así, de manera
sumamente imperfecta.
Hagamos un pequeño ejercicio con la imaginación y
tratemos de aproximarnos un poco al concepto y a su idea:
Estamos en una cápsula transparente que sale de la tierra
a una velocidad inmensa, pero que nos permite ver la realidad fuera de ella; se
“eleva” en línea recta y no varía su rumbo hacia ningún lado ni arriba ni
hacia abajo. La tierra se hace pequeña y la luna desaparece instantáneamente de
nuestro lado, aparentemente ganamos velocidad y el sistema planetario empieza
a quedar lejos girando los planetas alrededor del sol; las estrellas de la vía
Láctea desfilan raudas a nuestro paso y las galaxias se perciben girando en
torno a su centro gravitacional, donde se supone trona su agujero negro. Pasan
y pasan galaxias, nubes de polvo, enanas rojas, enanas blancas y toda la
muralla de galaxias, nubes y fenómenos propios de nuestro universo; pero poco a
poco, la luz inmensa de la creación material, se hace más y más pequeña hasta
quedar reducida a una luz como la del sol visto desde la tierra. De pronto,
toda luz desaparece de nuestros sentidos, una negrura y un silencio que parecen
infinitos e imposible de aceptar, nos rodea; cada vez nos alejamos más de no
sabemos donde; pero de repente la cápsula se detiene y el silencio, la
oscuridad y el fin del tiempo y del espacio nos rodea. ¿Qué hay ahí, fuera de
nosotros? ¿Transcurre el tiempo en el exterior de la cápsula? ¿Hay espacio
alrededor? ¿Dónde estamos? ¿Sobre qué nos hemos detenido? Sólo nuestro ser y la
cápsula externa e interna son; alrededor… la NADA.
La nada no existe, no es; sólo por oposición a lo que es,
se puede determinar como sujeto mental, nunca como realidad objetiva. Pero dado
que no es, ningún ser puede “nacer” de ella o determinarse por ella. Sin
embargo el ser existe de muchas maneras, pero ES. He aquí la paradoja: el ser
ES y no sabemos como, rodeados de NADA,
podemos decir que algo ES. Escribo luego SOY. Pienso luego existo
(Cogito ergo sum), compruebo mi existencia, mi algo en oposición a NADA, pero
¿por qué y como soy? Yo no me hice a mi mismo, aparecí y estoy, pero ignoro de
que manera mi ser es, sino a través de una dimensión material que no hice ni me
pertenece; aparecí sin pensarlo, pedirlo o desearlo; soy pese a mi querer o
hacer, pero si sé que procedo de alguien anterior a mi, que por él ser, me donó
el ser, al menos en lo material; esto no hace falta probarlo sino verlo como
principio causal de la vida en la materia, ya que todos conocemos el proceso.
Pero y ¿la materia que forma mi cuerpo de donde salió? Pues antes de mí hubo
otro ser material y antes otro y anterior otro, hasta que la cadena se haga o
infinita o requiera un principio de SER que Es, sin que antes de Él, alguien o
algo, fuera. Infinita no puede ser, pues es como decir que no hay un principio
de donde las causas proceden; ósea: es como pedir ser al no ser, a la
NADA. Pero en la dinámica del pensamiento
humano, acostumbrado a los efectos y las causas, el aceptar un Ser que ES sin
haber, antes de Él, algo o alguien, nos resulta ilógico; pero no es más que el
hábito mental de nuestra inteligencia que razonando quiere que su sistema de
pensamiento “sepa” el por qué de aquello que tiene otras dimensiones de
comprensión, vida y ser, diferentes a nuestras facultades inmensamente
imperfectas al conocer. Pude ser que la materia siempre existiera y fuera desde
“siempre”, pero entonces no cambiaría, pues ya hubiera logrado su posibilidad
de realización hace mucho tiempo, dado que su tiempo sería eterno. De aquí que
la materia tiene que darse en un momento del tiempo y del espacio, cuyo antes
era su no existencia, su no ser. Pero entonces: ¿cómo y quién o qué la puso
ahí? La ciencia actual nos explica el comienzo de la materia mediante la
teoría, casi confirmada, del BIG-BANG, la gran explosión.
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