Fe es creer algo que, por nosotros mismos, no podemos comprobar, ver o determinar como verdadero o válido. Es poner nuestra potencia de aceptación personal en un acto, palabra o hecho que se pone a nuestra consideración de “internalización” en nuestro ser. Es decir es un acto de la voluntad consciente y libre que acepta, como verdadera o válida, una determinada proposición, hecho o cosa que, por nosotros mismo, no podemos ver o determinar.
Fe es: “creer lo que no vemos”, dice un viejo dicho; es decir, lo que está más allá de nuestra posibilidad de comprensión racional. Pero, muchas veces, la fe depende de un factor emocional intuitivo, de acuerdo al discurso o convencimiento de quien nos dice algo; “quien está convencido convence” es una expresión corriente en el lenguaje popular. La seguridad personal es una manera de influir en el convencimiento de nuestras ideas, en su “penetración” en la mente de los otros; pues siempre las personas buscamos seguridad como guía de tranquilidad personal; lo opuesto, que es la duda, nos deja en una continua pelea con nosotros mismos y nos debilita ante la vida diaria.
La fe es necesaria, es más, no podemos vivir sin tener fe en algo o alguien. La fe determina nuestros actos, nuestros pensamientos y nuestros deseos. Nos lleva más allá de la simple creencia y nos hace considerar lo “fidedigno”, lo digno de fe, como algo sin lo cual nada merece la pena de ser tenido en cuenta por nuestra mente. Tener fe es sugerir que hay cosas en el mundo, en nuestra mente e inclusive en nuestros deseos que son válidas y verdaderas. ¡Cómo viviríamos sin algo en que creer!
La fe afirma nuestra potencia de ser y voluntad en una determinada creencia, acción o deseo y así concentra nuestra fuerza “interior” en una dirección constante que reduce esfuerzos y aumenta la potencia de acción, deseo y volición hacia el bien que la fe nos muestra.
Se puede tener fe en casi cualquier cosa, pero no todas las cosas merecen nuestra fe. También se puede tener fe en mentiras y ello nos llevará a la destrucción personal y de los seres que estén a nuestro “alcance”. Por eso la fe tiene que ser algo verdadero o válido; mejor aún, debe estar enraizada en la Verdad. Pero, la pregunta de Pilatos: “¿Qué es la verdad?” La verdad no es algo, es alguien; es el Ser que hizo el Ser, menos su Ser, porque siempre Fue. Es el “QUE ES” (YAHVÉ en hebreo). Bien estamos en la fe, estoy enunciado un principio de FE. ¿Porque debo creer en él? Aquí entran las razones de mi fe, no las de los otros, sino mis razones y esto es la fuerza y la debilidad del conocimiento de fe. Cada uno tiene sus razones para creer en algo y así la verdad es, en apariencia, “relativa” para cada uno; ¿lo es? Que algo se adhiera a algo no implica que a lo que se adhiere, sea como lo adherido y tampoco implica que el todo de lo adherido sea o esté en el adherente. En otras palabras, podemos creer en algo y no ser como ese algo, podemos entender un algo pero no poseerlo, podemos unirnos a una idea pero no ser la idea, podemos juntarnos y creer en un ser, pero nunca seremos ese ser. Todo depende de nuestra potencia de ser, es decir, de cuanto Ser Es en nosotros. Así como una hormiga no tiene la potencia de ser de un caballo, ni éste la de un chimpancé, ni éste la de un hombre; así nosotros no tenemos la potencia se ser suficiente para que Todo sea "adherido" por nosotros en nuestro interior. Esta contingencia humana es la clave para entender como puede nuestro ser; ser, sin ser todo. De aquí la “relatividad” de la verdad humana, no que el hombre no puede unirse a la verdad, ni que cado uno tiene SU verdad; sino que nuestra contingencia percibe la Verdad a su “modo” a la manera como la persona puede adherirse a la Verdad, pero la Verdad del Ser no es la validez humana, como ya se hizo ver anteriormente, la verdad humana si es una y puede ser diferenciada de la no verdad, pero no hace ser, sino accidente de ser. El accidente de ser no es independiente del ser que lo hace, no tiene libertad, no es sino en la medida que el ser que lo hizo lo mantenga en el ser mediante su ser; pero al ser los seres contingentes, la dimensión que le pueden dar a sus accidentes de ser, será más limitada que el ser que lo hizo; y además no tendrá vigencia más allá de la posibilidad de ser que tenga el ser que lo determina. En resumen, un ser tendrá las cualidades de ser más perfectas en la medida que su ser sea más perfecto; y ese ser no podrá hacer nada mejor que su propio ser; igual si, superior no; también podrá hacer seres o accidentes de ser inferiores, en cuanto a su dimensión de ser, pero con cualidades que reflejen las que él tiene, no todas, pero si algunas. Los hombres podremos hacer seres que tengan cualidades superiores a las nuestras: aviones que vuelan cuando nosotros no podemos volar; pero no que contengan en unidad todo lo que nosotros tenemos. Su dimensión de ser es inferior a pesar de que tengan cualidades superiores. De aquí esté juego entre ser y hacer que nos hace pensar en la realidad de un ser que posea “per se” todas las cualidades de ser que podemos observar en la naturaleza y el universo, conocidas y desconocidas.
La fe es manifestación de una creencia en lo que la razón, la recta razón, nos muestra a través de la realidad de los seres que somos y de los que nos rodean; de ahí que la filosofía puede llegar de manera imperfecta a conocer la realidad del Ser que llamamos: Dios. Pero también es creencia en las manifestaciones que ese Ser Supremo nos hace de diversos modos. Hay que estar claro en que si somos, somos por ese Ser, con las cualidades, no todas, que ese Ser posee; no somos por nosotros mismos, no tenemos la potencia de ser para dominar ni tan siquiera una pequeña parte del Todo, somos contingentes hasta en lo que pensamos y no debemos olvidar que estamos en una dimensión donde la vida nos es regalada: desde el sol que nos da luz, hasta el aire que respiramos.
La realidad, lo que existe, permite, por medio de un sano ejercicio de la razón, conocer la dimensión del Ser que llamamos Dios; pero sus cualidades esenciales, si bien se pueden dilucidar, no permiten penetrar en Su esencia intrínseca. Sin embargo, el Ser de Seres, habla, es decir, nos comunica su intimidad de Ser por diversos medios y formas. El hombre siempre ha buscado lo que está más allá de su comprensión, las razones que nos permiten conocer la realidad que nos rodea y así, penetrar en el misterio de lo que Es.
El hombre ha buscado a Dios y ha hecho diocesitos o diocesotes, según su fantasía o su necesidad, pero no llegaba ver la dimensión Divina como ella Es. Otros buscaron la forma de superar los desastres humanos: la guerra, la pobreza, el hambre, la enfermedad, hasta la muerte, pero no lo consiguieron sino algunas veces y de forma muy limitada. Lo que si está claro es que el hombre busca la divinidad, ya sea negándola o al hacer de ella formas y maneras adecuadas a su comprensión e intereses. Y también busca la explicación y los porque de la realidad, pues su ser “sabe” que la llamada Naturaleza, no es fácil de explicar ni de entenderte.
Normalmente, la negación de lo divino proviene de gentes “socializadas” en extremo que creen haber resuelto el problema de Dios, mediante las formas humanas de pensamientos hechos y creídos por una sociedad determinada y basando en la no necesidad, aparente, de la existencia de Dios, pues sus necesidades inmediatas y su seguridad vital, parecen cubiertas y determinadas por la formas sociales existentes en su entorno. Esta falacia es una forma de escapar de realidades que no se quieren tener en cuenta, pues molestan a las formas superficiales y destructivas en las cuales creen y viven. Todo el que niega la Divinidad no quiere reconocer el mal o los males que hace o ha hecho y se resiste a admitir que haga o haya hecho algo mal.
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