La fe es “unión” con la Dimensión
que hizo el universo y cuando creemos en ella se da; y cuando se da,
uno la “ve”; al “verla” se comprendo como “actúa” y se sabe como
“pedir” para que lo deseado se haga. Por eso la frase de Jesús: “¿Por
qué tienen poca fe?; les aseguro que si tuvieran una fe como la del
tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: ‘trasládate allá’ y
se trasladaría; nada les sería imposible” ( Mt 17, 14–20) o bien:
“Si tuvieran fe, aunque sólo fuera como un grano de mostaza, dirían a
este árbol: ‘Arráncate y trasplántate al mar’, y les obedecería” ( Lc 17, 1–10). La
fe tiene la potencia de aquel en quien se cree y permite elevar la
dimensión humana a alturas de ser y comprensión de la realidad
insospechada. Nadie puede llegar a la fe, válida y verdadera, sino tiene
la intención del amor, sólo en esa dinámica de vida se puede “ver” y
gozar de la verdad en toda la extensión posible para nosotros. Y ésto,
Él lo demostró.
La visión cristiana del universo
El universo fue creado por un Ser que no tiene principio que siempre fue y siempre será.
El universo fue creado porque el Ser que lo hizo es Amor y el Amor es donación.
Nada de lo hecho fue hecho sin Él y nada está fuera de su control y alcance.
Nada existe más allá de Su creación.
Todo lo que es, es por Él, en Él y para Él.
Desde siempre
engendró a su Hijo y el Amor entre el Padre y el hijo formó el Espíritu
Santo, iguales en dignidad, gloria y poder, Dios único en tres
personas: tres “Yos” en una sola entidad esencial.
Después,
antes del Universo material, creo seres espirituales puros, en una
escala de mayor a menor en cuanto a potencia de ser y entendimiento,
dotados de libertad de acuerdo a la dimensión de su ser. La libertad de
estos seres fue probada para ver, si su posibilidad de amor, se mantenía
ante situaciones que desafiaban su comprensión y su conocimiento, para
así demostrar su confianza en la Sabiduría Infinita
de Dios. Algunos, no quisieron servir, ósea no aceptaron que su ser no
pudiera captar, lo que Dios les permitía saber como secuencia de Su
Creación y donde seres “inferiores” en potencia de ser, por acción de la
libre Voluntad de Dios, los surpasaran en dignidad, poder y
conocimiento. (1)
Estos seres
espirituales que no aceptaron “servir” actúan en contra de los
parámetros y designios del Dios infinito, en una continua rebelión,
inútil, inmisericorde e inmerecida, para con el Ser que los hizo; que
“altera” sin poder modificar, los principios y leyes de la Creación:
ellos son el principio y origen que sustenta lo que llamamos Mal. Pero
dando que su potencia de ser, nunca puede, ni por asomo, alcanzar la
potencia Infinita de Dios: están “condenados” a vivir sin al Amor del
Amor, en un continuo desespero de búsqueda, donde no se encuentra lo
deseado porque lo deseado no lo han sabido aceptar.
Estos seres,
cuando la creación material alcanzó su culmen en el hombre, ser material
y espiritual a la vez, hicieron que esté cayera en la contradicción de
negarle al Creador la obediencia debida, a Quien sabe que es lo mejor
para sus creaturas y quiere el máximo bien para ellas. La prueba de Adán
y Eva, fue eso, prueba de su libertad y de voluntad de hacer “caso”
sólo al Ser de seres. La Biblia
narra en forma de una parábola, no sabemos si real totalmente o
parábola en si, está capítulo donde se precisa el proceso y las
circunstancias de la “tentación”. El hombre cayó, no siguió fiel en la
obediencia a su Creador y la voluntad desviada se expandió en los seres
que fueron engendrados después de ellos, hasta consolidar el mal en la
especie humana. Pero Dios, no abandonó a la criatura disminuida y
vejada, dejó pasar el tiempo e hizo una promesa de libertar al hombre;
pasaron los siglos y cuando el tiempo dispuesto se cumplió, escogió a un
hombre para que formará un Pueblo, su Pueblo, donde saldría y se
verificará la promesa y el destino de la liberación del hombre del
“pecado” y de la muerte. Este hombre llamada Abraham, fue probado y
hallado apto y de él surgió el pueblo donde nacería Aquel destinado a
redimir la voluntad torcida por la desobediencia, al hacerse “obediente
hasta la muerte y muerte en la cruz” y así compensar la desobediencia
inicial y las subsiguientes. Jesús, hombre y segundo “Yo” de la Trinidad
que es Dios, encarnado en el seno y nacido en y de una jovencita
Virgen, antes, durante y después de su concepción y nacimiento; fue el
“cordero de Dios” que asumiría en su supremo acto de obediencia, la
culpa de toda la humanidad, de antes, de ese momento y del futuro. Así
se realizó la obra de remisión de todas las brutalidades, orgullos,
asesinatos etc. que los hombres cometieron, cometen y cometerán, hasta
el fin de los siglos.
Pero la obra
de la redención no fue sólo la muerte, pues Dios, es Dios de vida. Jesús
una vez muerto, por su propio poder, se resucitó y “subió” a unirse con
Su Padre en la Trinidad
de Dios; y dio la fuerza para que, quien quiera destruir el mal que hay
en él y en el mundo, lo consiga. No nos privó de nuestra libertad, pero
puso la fuerza de Su Espíritu, el Espíritu de Dios, 3er “Yo” de la Trinidad, para que, quien quiera, logre lo que parece imposible: la redención de su propio mal y el de la humanidad.
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