CAPÍTULO 11
LOS SERES HECHOS POR EL HOMBRE
Desde que el ser humano comenzó a fabricar
instrumentos, la inmensa cantidad de objetos fabricados por él, ha ido mejorando
exponencialmente en cantidad y calidad. El transcurrir del camino ha sido
relativamente lento, pero la curva de subida cada vez se ha hecho más
pronunciada. Desde simples instrumentos de piedras y palos sin trabajar,
pasando a las piedras talladas y utensilios de hueso y madera, hasta las
computadoras, los viajes espaciales y todas las comodidades útiles o inútiles
de las cuales gozamos hoy en día, el “salto” ha sido inmenso a nivel humano.
Pero su variedad y cantidad es compartida, aunque en pequeña escala, por toda
clase de animales, quienes hacen formas materiales diversas para cubrir sus
necesidades vitales: nidos, guaridas, cuevas, hormigueros, panales etc. forman,
también, un conglomerada de seres hechos por la parte de la biosfera con la cual
convivimos. Sin embargo la variedad, riqueza de formas, ingeniosidad, ciencia y
técnica de la labor “serísticas” humana, alcanza niveles de realización
transformadora muy lejos de todo aquello que los animales han podido
“fabricar”.
Las formas “serísticas” humanas, son medidas,
pensadas, calculadas y, finalmente fabricadas, para realizar múltiples y
variadas tareas “ad hoc” en ayuda a la labor del hombre o por motivos más
fútiles o imaginarios.
Los seres hechos por nosotros, tienen
cualidades y formas de ser exclusivas, no sólo de cada persona o grupo que las
piensa o hace, sino de cada una de las sociedades y civilizaciones que las
producen o produjeron. Su cantidad y originalidad es consecuencia de adaptaciones
o las necesidades o vanidades de muchos y diferentes grupos humanos que han
contribuido a su realización en el espacio y tiempo del hombre. Pero su
desarrollo, geométricamente exponencial, contribuye a una mejor calidad,
cantidad y satisfacción, por lo menos física, del ser humano.
Las mismas condiciones de millones de años en
la evolución de la cultura del hacer, desde el homo faber hasta el
Sapiens-Sapiens, han marcado, en la
dimensión de desarrollo del ser humano, la ruta que condiciona el “devenir” del
“homo” como tal.
El camino ha sido largo muy largo, millones de
años que en la escala humana es mucho, pero en este largo hacer, las
características esenciales del hombre, salvo una: la espiritual, se
desarrollaron. La condición espiritual no es un elemento propio de la evolución
material del cuerpo, pues su determinación no tiene mezcla de elementos: es
energía pura y como tal no podía devenir de la “mezcla” de elementos
provenientes de la energía enfriada. Aunque la actividad material, puede
enriquecer el conocer espiritual y ayudar a realizarlo en sus definiciones
vitales, no en su esencia de ente formado por energía pura. *)
Las cosas fabricadas por el hombre, son
temporales, pírricas en tiempo y potencialmente inútiles para el fin del cual
dependieron para ser. Sólo como parte del conocimiento sobre los hombres que
nos precedieron y como instante acumulativo de crecimiento humano, pueden ser
determinadas en la socioesfera del hombre.
El hacer, nuestro hacer, es breve, precario y
determinante de lo humano, pero frágil, pequeño y pasajero en la dinámica
“hacedora” del universo material. Nuestras obras son para el instante del mundo
que hemos construido, pero en comparación con lo creado: inutilidad de tamaño y
fuerza creadora. Y sin embargo es necesario; necesario tanto cuanto realiza la
dinámica, inteligencia y “creatividad” humana en cada uno de nosotros y en la
humanidad en su conjunto. Sin las obras del hombre la dimensión de realidad
humana sería meramente animal y su realidad de ser no aparecería por ninguna
parte excepto en la vida breve de lo animal.
Pero en realidad, hay dos “seres”, básicamente,
del quehacer del hombre que muestran su dinámica fabrística: las obras
materiales y las mentales. Y aunque las primeras son dependientes de las
segundas, las dos son verdaderamente importantes. Las mentales son el “facere
in mente” antes de las obras materiales y tienen un proceso que empieza con las
imágenes sensibles y con el recurso del intelecto agente, donde la razón
discierne el “opus” que queremos fabricar. El proceso es complejo y,
dependiendo de las personas y el objeto fabricado, se siguen una serie de pasos
que determinan el “ser” a realizar. Puede, al principio, ser una idea vaga,
pero en la medida de la “búsqueda” y lo concordancia con lo que se precisa o
quiere fabricar, se va decantando y perfeccionando la “imagen”, resultando una
objeto fabrístico determinando en el tiempo y el espacio, más o menos adecuando
a lo que se busca. No todos los “entes” fabrísticos son complicados o difíciles
de realizar, pero todos requieren de un esfuerzo mental y material “ad hoc”
para ser materializados. La actividad de los predecesores o maestros es muy
importante, a no ser que se quiera empezar desde “cero”, pues todo objeto, aún el más
simple, deriva de una concepción previa, sea de la naturaleza o de un ser
humano; los otros son “variaciones sobre un tema”. Aún los seres fantásticos
que complacen a muchos humanos, se realizan a partir de figuras, objetos, cosas
o ideas de lo natural o de otros. No hay nada nuevo bajo el sol, dice el
refrán, pero con las transformaciones ya sean naturales o humanas de las cosas
se logra un cambio que no aparecía por ningún lado, al comienzo del ser
material.
Los objetos seres mentales, no tienen
existencia fuera de la mente que los concibe; pueden ser dibujados o realizados en maquetas, palabras etc., pero
no tienen existencia material “per se”; están localizados en la mente o el
espíritu de quien los piensa e intervienen en su realización, los elementos,
sinapsis y “mecanismos” propios de una mente “pensante”; sólo en el caso del
ser humano, hasta donde sabemos, pasan a una dimensión superior que los hace
elementos de interacción consigo mismos, en la dimensión espiritual que nos
forma. Allí se establecen relaciones y síntesis de una superioridad “creadora”
que permite realizar las “opera” fabrísticas que conocemos.
Los seres mentales proporcionan ideas e
imágenes que realizan aquello necesario para resolver problemas y fabricar
seres materiales necesarios o deseados por los hombres. La continua interacción
entre la realidad externa y la mente pensante es un elemento de conjunto en la
vida humana y no se vive sino pensando; aunque esos pensamientos sean inútiles
o no acordes con la realidad del momento vivencial que pasa. Cuando la mente de
un ser humano reflexiona, se vuelve sobre sí mismo, y toma conciencia de
aquello que piensa, se puede establecer una “creación” de formas de seres
mentales que suelen y pueden realizar funciones de muchos tipos: desde
filosofía, pasando por la ciencia, hasta poesía y fantasías de todo tipo y
catadura. Pero para pensar-pensar, es necesaria la reflexión interna, calma y
equilibrada de las imágenes o ideas que tenemos en un momento determinado de
nuestro transcurrir. Esta actividad que
necesariamente es consciente, puede ser ayudada por la intuición intelectual e
incluso por el subconsciente, en los sueños, y lograr síntesis de todo tipo que
no eran conocidas o no habían sido pensadas por nadie antes. Así se puede
llegar a dilucidar formas e ideas nuevas en la realidad material, la ciencia,
la filosofía, las artes y en toda la inmensa, para nosotros, realización
humana.
*) Energía pura: aquella no compuesta de
partes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario